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Responsabilidad Social
Tañarandy 2016
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02/03/2016

Con apoyo de la ITAIPU Binacional, el artista social Koki Ruiz prepara el altar para la famosa celebración anual del Viernes Santo, en Tañarandy.

Los preparativos para el festival espiritual más importante del país ya están en marcha en el taller y teatro ''El Molino'', ubicado en la ciudad misionera de San Ignacio, bajo la coordinación general de Koki Ruiz y la dirección artística de su hija Macarena.

La edición 2016 de Tañarandy, el principal evento del turismo religioso en nuestro país, es respaldada principalmente por la ITAIPU Binacional, cuyo objetivo es la promoción del turismo interno y el apoyo a los emprendimientos de artistas nacionales.

Desde el pasado 8 de enero ''El Molino'' abrió sus puertas, para convertirse en el punto de encuentro diario de las 20 personas que laboriosamente pintan los rostros escogidos con diversos tipos de granos.

Este año será utilizada la estructura del altar preparado para la venida del papa Francisco, de una superficie de 400 metros cuadrados, calificado, en el ámbito mundial, como una autentica obra de arte, por su original diseño, basado en productos agrícolas, como la calabaza, el maíz y el coco.

El protagonismo central versará sobre una interpretación barroca de la escena bíblica ''La última cena'', mientras que los costados serán ocupados por retratos de la Virgen de los Dolores y de San Roque González de Santa Cruz.

Para lograr las distintas tonalidades de las figuras son utilizadas semillas de girasol, locro y diversas variedades de poroto. Por otro lado, el armaje, que fue utilizado para la visita papal, está siendo restaurado, reemplazando las mazorcas y calabazas utilizadas en el altar del Papa, por productos más frescos.

Tanto las semillas como los demás frutos agrícolas son comprados de pequeños productores de la zona y alrededores incentivando la economía campesina, a la par que ayuda a fortalecer los vínculos de la comunidad y enriquece la identidad cultural de los pobladores.

En palabras de Koki Ruiz, la participación de los pobladores, en todas las etapas del festival, es el eje central sobre el cual reposa su éxito, ya que son ellos quienes dotan de mística y alegría al evento.

''La elaboración del Tañarandy es un proceso colectivo, donde el arte actúa como una herramienta de transformación social. Entendemos que todo tiene un proceso, al igual que en la naturaleza, y hay que tener paciencia para ver los resultados. El Tañarandy empieza cuando los productores inician su siembra, pensando ya en el festejo, y culmina cada Viernes Santo'', explicó.

Resaltó que, si bien la ITAIPU es la principal promotora del evento este año, respeta la línea artística, así como el proceso de creación, sin inmiscuirse en los diseños, la temática o la dinámica del trabajo de los voluntarios.

''Nosotros tenemos la particularidad de ser y hacer muchas cosas a la vez. En este taller pintamos con semillas y pintura, hacemos esculturas, diseñamos indumentarias para los cuadros vivientes, ensayamos teatro, cantamos, armamos antorchas y velas, entre otras cosas; es decir, es difícil encasillarnos en una etiqueta, por lo que resulta complicado encontrar organizaciones y/o instituciones que entiendan la importancia de respetar el espacio. Es por eso, que nos sentimos a gusto con el apoyo de la ITAIPU”, acotó.

Asimismo, subrayó que este año el desafío es mayor, ya que se sienten en la obligación de realizar un trabajo artístico, igual o mejor que el desarrollado para la venida del papa Francisco, razón por la cual la comunidad trabaja incansablemente.

Por su parte Macarena Ruiz, quien este año es la encargada del diseño del altar, argumentó que la idea central de las imágenes es crear un impacto emocional en los observadores, mediante la expresividad y el realismo de las miradas.

También agradeció el interés de las organizaciones juveniles y pastorales, por contribuir a la obra, mediante su venida, días antes del festival, para el montaje de la estructura y la decoración de los escenarios.

Un poco de historia

Tañarandy, o tierra de los irreductibles, es un pequeño pueblo del departamento de Misiones, fundado el 29 de diciembre de 1609, donde antiguamente vivían los indígenas que se negaron a ser dominados por los españoles, quienes fundaron la primera Reducción Jesuítica del Paraguay, con el nombre de San Ignacio Guasú.

Desde 1992, la naturaleza, la espiritualidad y la estética barroca se entremezclan para sumergir a los feligreses en una recreación mística de la muerte y pasión de Cristo, reviviendo, en un singular festival, tanto el legado cultural de los indígenas, como el de las reducciones jesuíticas.

La Barraca es el lugar escogido hace más de una década para la celebración de este inusual ritual de la fe, su laguna es utilizada como un espejo quimérico, donde reposan cientos de luminarias artesanales, como antesala del altar principal.

Pero el espectáculo inicia mucho antes con el Yvaga rape, o camino al cielo, conformado por miles de antorchas y velas, hechas con cáscara de apepú y grasa de vaca, que bordean los tres kilómetros del camino de tierra que hay que recorrer primeramente, para culminar con el quejumbroso canto de los estacioneros.

Luego los visitantes pueden deleitarse con los cuadros vivientes, en el taller de Koki, que durante esos días funciona también como teatro; inspirados en el cuadro ''La última cena'', de Leonardo Da Vinci, donde el espectador es, a la vez, un invitado más en la celebración.