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Medio Ambiente
Maravillosa jornada en la Reserva Ecológica Limoy
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23/10/2015

Limoy es una de las 8 áreas protegidas de la entidad, la cual alberga innumerables especies características del Bosque Atlántico del Alto Paraná (BAAPA).

Con el fin de realizar un reconocimiento del área y relevamiento de especies de avifauna y herpeto-fauna en ésta época del año, los compañeros del equipo de investigación de Áreas Protegidas: la Lic. Biol. Silvia Saldivar, el Lic. Biol. Alberto Carosini y la Ing. Amb. Alejandra Benítez, realizaron trabajos de campo en tres puntos de la reserva: el Sendero Yvy Ku’e, el Mirador Cerrito y los caminos internos con salida al embalse y al Río Itambey. El equipo recibió el apoyo y acompañamiento de los técnicos de la reserva y la Guardia Forestal.

El sendero Yvy Ku’e es uno de los más interesantes que se tiene en las reservas de la ITAIPU Binacional. Posee cierto grado de dificultad, ya que a lo largo de su recorrido el terreno presenta desniveles y zonas anegadas que aumentan el desafío.

A medida que se avanza en el recorrido, se atraviesa parte del bosque bajo sombra, hasta llegar a una zona en la que el sol nuevamente ilumina de pleno la superficie, es aquí donde, sorteando pastos bajo agua y caminando sobre un colchón de Sphagnum sp., uno puede llegar hasta el sitio en donde se encuentra un pequeño grupo de individuos de la planta insectívora (Drosera communis) relocalizada anteriormente por los compañeros.

Los musgos del género Sphagnum, son característicos de las turberas, las especies de éste género pueden retener grandes cantidades de agua en sus células.

El Lic. Alberto Carosini relató que en horario nocturno se realizó un relevamiento de la herpetofauna del sendero, mediante registros visuales y auditivos, dado que el canto de los anuros permite su identificación.

Así, fueron identificadas diez especies de ranas, entre las que se destacan la rana Hypsiboas albopunctatus, abundante en el lugar y por encontrarse en intensa actividad reproductiva en el momento; y la rana herrera (Hypsiboas faber), que en nuestro país se encuentra solamente en fragmentos del Bosque Atlántico, cuyo nombre deriva del sonido de su canto, similar al golpe de un martillo.

Al costado del sendero, enrollada y en espera de una presa, se observó una pequeña kyryryo o jarara, de la especie Bothrops moojeni, una de las serpientes venenosas presentes en la región, con una distribución restringida al este del Paraguay.

También se registró una mboi chini o cascabel (Crotalus durissus), esta última se encontraba en el área administrativa, por lo que se procedió a trasladarla para evitar accidentes. Por último, se observó un teju guasu o hû (Salvator merianae), marcando el inicio de la temporada reproductiva de la especie.

En el segundo día de trabajo, el equipo llegó al Mirador Cerrito, otro punto de gran belleza escénica en Limoy, donde uno puede apreciar una vista panorámica del embalse sobre el río Paraná.

“Al pie del sendero que sube al mirador, fue divisada un ave rapaz diurna, que para deleite de los presentes resultó ser un Milano Tijereta, una especie difícil de ver (Nivel II de acuerdo a la Guía de Aves de Paraguay) y de gran belleza en vuelo”, comentó la Ing. Amb. Alejandra Benítez.

El Milano tijereta o Elanoides forficatus, de 50 cm de longitud y 1,3 m de envergadura, es blanco con espalda, alas y cola negras; lo más llamativo es que en vuelo parece una enorme Tijereta, ya que su cola se despliega en forma de V invertida o ahorquillada.

Utiliza las patas para capturar insectos, lagartijas, culebras, pichones de los nidos y en ocasiones de frutos, directamente de la vegetación o atrapar insectos en el aire. Con frecuencia come mientras vuela: mantiene la comida en una pata al tiempo que le extrae pedazos con el pico.

Una vez en el mirador, se constató que se encontraba en vuelo una pareja de Milanos tijereta, acompañados por otra especie de la misma familia, un Milano plomizo (Ictinia plumbea) que planeaba en conjunto, dejándose caer en picada de tanto en tanto. A esta demostración de vuelo, se sumaron cuervos negros y de cabeza roja, mientras, en el Mirador, numerosas mariposas revoloteaban frente a los binoculares y cámaras fotográficas.

Por último, terminando de recorrer uno de los caminos internos, se llegó al embalse, donde se constató la notoria subida de las aguas, hecho que llamó la atención de los compañeros de Guardia Forestal, quienes comentaban que, en los años de trabajo en la entidad, muy pocas veces habían visto esa zona así.

Mientras se registraba fotográficamente la subida, el equipo divisó a un ave posada en la orilla, entre observaciones e intentos de fotografías, el ejemplar retomó vuelo, finalmente se constató de que se trataba de un Aninga o Mbiguá mbói (Anhinga anhinga), otra especie de baja frecuencia o pocas posibilidades de observar.

Ya en la sede administrativa, fue llegando la tarde con el barullo de los Chakurrais (Cacicus haemorrhous), quienes ayudados por Urracas Moradas (Cyanocorax cyanomelas) intentaban espantar a tucanes (Ramphastos toco y Pteroglossus castanotis) que venían a atacar sus nidos aparentemente en busca de alimento.

Realizando un resumen, la Lic. Silvia Saldivar sostuvo que, “a pesar de que el monitoreo de mamíferos no fue uno de los objetivos del recorrido, se lograron avistar algunas especies, como el Tatu poju (Euphractus sexcinctus), coati (Nasua nasua), huellas de guasu. (Mazama sp), y un coendú (Coendu prehensilis) fotografiado por los Guardias Forestales”.

Fueron dos jornadas exitosas, en las que en todo momento se destacó el trabajo en equipo, conformado por técnicos de la reserva, los compañeros Darío Insaurralde y Vidal Fleitas, el personal de la Guardia Forestal, Edgar Domínguez, Carlos Delvalle y Artemio Dietrich y el equipo de investigación, quienes junto con los demás compañeros hacen al cuerpo de empleados de la División de Áreas Protegidas.